lunes, 23 de marzo de 2015

Lluvia

Me encanta despertarme y que el olor a lluvia se cuele por mi ventana. Que mis pulmones se llenen de esa fragancia y duche mi cuerpo con su perfume. Cuando esto ocurre estoy segura de que será un gran día. Y muchas veces lo es, porque no hay nada mejor para atraer la buena suerte que sonreir. Y yo hoy voy, como decía Mafalda, desentonando con el mundo porque no puedo dejar de sonreir mientras huelo la lluvia. La lluvia. Siempre me ha encantado. Quizás porque me recuerde a mi Galicia (Quizás no natal pero no por eso menos mía). Quizás porque forme parte de mi, como la Luna. Y como alguien me solía decir: Yo y la Luna, la inconstante Luna. Pero, señores, la Luna no es inconstante. Somos nosotros lo que la hacemos inconstante. Ella siempre está ahí, esperando a que la contemplemos pero nos ponemos en medio, anteponemos nuestras necesidades y dejamos de verla. Como las estrellas. Que nos cegamos por una estrella que pensamos enorme y no nos deja ver estrellas mucho más grandes y maravillosas.

Pero mejor dejarlo por hoy, que luego me acusan de ponerme filosófica.

sábado, 21 de marzo de 2015

Y nunca lo hizo...

          Las tres de la madrugada y no podía parar de preguntarse qué narices hacía en la residencia de la europea discutiendo con el guardia que no le dejaba pasar a verle. Por fin responde al teléfono. Baja. Pero el guardia sigue diciendo que no, que no pueden subir juntos. “A estas horas no pueden subir chicas a las habitaciones de chicos”. “¿Qué hacemos?” “¿Confias en mi?” Mirada de reojo, burlona, medio levantando una ceja. “¿Tengo que contestar?” “Ahora vuelvo, voy a acompañarla a la parada del bus”.
        - ¿Se puede saber dónde vamos?
        - Un segundo.
Coge el móvil mientras salen de la residencia, habla con alguien, ella casi no entiende la conversación.
         - ¿Confias en mi?
Levanta una ceja, le mira. Sin contestar. Él sonríe, le conoce lo suficiente para saber que no va a obtener más respuesta que esa mirada,le coge de la mano mientras empieza  a andar. Pero en vez de ir a la salida dan la vuelta al edificio. De pronto, observa a un chico que se asoma por la ventana de un cuarto del primer piso. Se gira a mirarle.
         -Yo pensaba que era Romeo quien trepaba por la ventana de Julieta.
         - Pero tú siempre has sido muy rompe-leyendas.
No se lo podía creer. El amigo de su… ¿amante? le agarra la mano, un pie en el bordillo y trepa por la ventana. Se vuelve a mirar por la ventana y ve como él recorre el camino de vuelta para entrar por la puerta del edificio. El amigo le lleva hasta su habitación donde él la estaba esperando.
- Espero que al menos me des una copa para compensarme del esfuerzo.
- Lo que tú quieras.
Besos, caricias… Una hora después los dos, desnudos, sudorosos, tomando esa copa, tirados en la cama, las sabanas revueltas. Y ella se ríe.
- ¿De qué te ríes?
- No… nada… No sé cómo acabará esta historia. Pero tengo seguro que nunca me olvidaré del día en que trepé por una ventana para acostarme contigo.
Y nunca lo hizo.

Tus besos...

una de mis canciones favoritas...






y cómo va del mismo tema... un viejo escrito mio, que parece que hace siglos, y hace tan poco...


Tus besos... Dulces, cálidos, suaves, lentos... Tus besos... Apasionados, fuertes, abrasadores... Tus besos me devuelven la vida. Cuando mi corazón se para, cuando todo se detiene, cuando ya no creo en el amor, cuando ya no creo en el futuro... Y me besas... Me miras a los ojos, me desnudas, me llenas de luz y de calor... Me hipnotizas y ya no puedo huir, no puedo escapar... Y tus labios me atraen como un iman... Y me besas, te beso... Tus besos se apoderan de mi... Y tiemblo, tiemblo, mis piernas no me sujetan...
Tus besos abren una puerta que cerré un día. Y me dejan en mitad de la calle, desnuda, en una cuerda floja, tambaleandome, con miedo a caer, con miedo a perderte...
Tus besos... Cuando no estás a mi lado me acompañan en silencio. Vuelven cuando menos los espero. Y me traen recuerdos de los momentos juntos, de las noches de borrachera, de las confidencias compartidas, de las risas que me sacaste, de las lágrimas que me secastes, de los abrazos que siempre me diste...
Tus besos... Dulces, cálidos, suaves, lentos, apasionados, fuertes, abrasadores, impulsivos... Tus besos

jueves, 19 de marzo de 2015

Día del padre

Lo reconozco. Y no me da vergüenza decirlo. Todo lo contrario. Lo digo con orgullo. Yo soy una niña de papá. Lo fui cuando era pequeña, lo sigo siendo y siempre lo seré. Si hay alguien que ha influenciado en mi vida, es él; si alguien me ha inspirado para ser mejor, ha sido él; si alguien me ha dado unas alas fuertes para soñar, ha sido él.
Mi padre suele parecer serio cuando la gente lo ve por primera vez, es una persona que inspira respeto cuando le oyes hablar, explica sus ideas de una manera que sin darse cuenta la gente acaba convencida de que tiene la razón en lo que dice... Mi padre es un luchador, sabe lo que quiere y trabaja duro para conseguirlo. Pero también tiene un sentido del humor irónico, inteligente...
Mi padre es cabezota (¿ya os había dicho que nos parecemos mucho?), nuestras broncas han sido épicas (ya os comenté que tuve una adolescencia algo... Rebelde) pero por mucho que discutiéramos, siempre supe que me quería como nadie podría nunca quererme.
Tengo la suerte de tener una familia unida, nos gusta pasar tiempo juntos, siempre planeamos vacaciones entre todos, nos vemos todos los fines de semana y raro es el día que no hablamos por teléfono. Sé que no es normal. Como no es lo habitual que mi acompañante en los partidos de baloncesto sea mi padre.
Sé que a la gente le extraña que estemos tan unidos. Para mi es lo normal, lo raro sería no estarlo. Mi padre me crió (trabajando de noche, estudiando la carrera durante el día, sacando horas de donde no había para pasar tiempo conmigo), me contagió su amor por la música, los deportes, la política... Siempre estuvo a mi lado cuando me caí, no me impidió cometer errores, sólo me ayudo a aprender de ellos, conocedora que siempre estaría a mi lado cuando le necesitara...
Mi padre (junto a mi madre) no sólo me dió la vida, sino me enseño a vivirla.

¡¡Feliz día papi!!

miércoles, 18 de marzo de 2015

Pesadillas

Los años pasan. Los recuerdos se acumulan en la memoria, recordamos unos, olvidamos otros sin nosotros poder elegir cuales atesorar y cuales desechar.
El tiempo pasa y aunque dicen que cura todas las heridas, algunas cicatrices son tan delicadas que vuelven a abrirse con un simple soplido.
Habían pasado muchos años y, sin embargo, algunas noches volvía a despertarse empapada en sudor, temblando, desorientada... Y volvía a tener 18 años. Y volvía a tener miedo de esas sombras que le acechaban desde la acera de enfrente esperando encontrarla a solas... Y volvía a escuchar esa voz que un día amó y que le rompió por dentro como sólo una palabra puede hacer...
Habían pasado muchos años y aún no comprendía como había llegado a ese punto, como había permitido que le destrozara tanto, que le anulara tanto, que le robara aquellos primeros momentos que debían ser (si no placenteros, al menos cariñosos), que le arrancara la risa, la inocencia, la fé en el ser humano... Ella que siempre había sido una chica fuerte y segura se había convertido en una mujer insegura y temblorosa... Ella, que como decía una mujer, era amiga de la vida... Se encontró en un oscuro callejón, llorando, perdida, sin saber qué había pasado ni que pasaría a continuación.
La gente le decía que tenía que estar orgullosa, que había sacado fuerzas de dentro, que había roto con todo, que se había enfrentado a esa oscuridad, que había seguido adelante, que había pintado su vida de color...
Pero de vez en cuando la niebla volvía a su vida; de pronto un mensaje, una llamada, un encuentro... Le recordaba que él no le iba a permitir olvidarle, que no le iba a consentir que el miedo se borrará del todo de su vida...
Y ella seguía teniendo pesadillas, conocedora de que a veces las pesadillas se hacen realidad.

martes, 17 de marzo de 2015

Mi abuela

Hoy, mientras estaba en la acupuntura, en la cabina de al lado una mujer mayor hablaba con la fisio. Y hablaba de su infancia, de la guerra, de las penurias que pasó y sintiéndose afortunada porque gracias a sus padres habían sido menos que las que habían pasado otros niños.
Y he recordado a mi abuela. Mi abuela murió hace ya cuatro años y medio, tras una larga enfermedad que la borró por completo, que transformó a una mujer fuerte y con muchísimo caracter en "algo" que no era ni una sombra de lo que un día fue. 
Vivo muy cerca de la que un día fue su casa, donde creció mi padre y donde yo misma tengo muy buenos recuerdos. Vivo tan cerca que es imposible que la recuerde muy, muy, a menudo. Mi abuela y yo no nos llevábamos todo lo bien que me hubiera gustado. Ella, como es lógico, era una mujer muy tradicional y yo siempre fui más rebelde de lo que ella soportaba. Pero sé que me quería con locura, como sólo se puede querer a un nieto. Y yo la adoraba. 
Y aunque se fue hace varios años tengo un pequeño tesoro que cuido y que me acerca a ella. Cuando yo tenía 14 años, en el instituto el profesor de Historia nos mandó un trabajo sobre nuestros abuelos en la Guerra Civil.  Yo tenía 14 años. Ella setenta y tres. Yo tenía catorce años pero ya era una revolucionaria en potencia. Tenía catorce años pero había vivido influenciada por un padre sindicalista y unos amigos con una influencia muy parecida. Tenía catorce años y había leído mucho sobre la guerra civil, miles de datos e historias de gente que no conocía pero nunca había oído, de alguien que no sólo conocía sino también quería, como vivió esos años de guerra…
            Fui a su casa con una grabadora, un bloc de notas, mi bolígrafo y la idea de que conseguiría los datos que necesitaba para el trabajo en poco tiempo y ahí acabaría todo. Un rato después di las gracias por haber traído más de una cinta virgen para grabarla. No recuerdo cuantas horas estuvimos hablando y muchos de los recuerdos que compartió conmigo tengo que volverlos a escuchar en algunas de esas cintas para conseguir rememorarlos; pero lo que sí recuerdo es la lección que me dio mi abuela aquel día…
Y es que no  importaban las ideas, no importaba quien tuviera razón y quien no… Quizás ella no supiera de política, quizás ella sólo se había creído lo que su alrededor le contaba… Pero eso daba igual. Porque detrás de la gente que mandaba, detrás de los que fueron a luchar, ya fueran de un bando o de otro, ya fueran de izquierdas o de derechas, ya fueran golpistas o republicanos, o anarquistas, o comunistas… Detrás de esa gente había otra que se quedó en sus casas, que sustituyó a los hombres en las fábricas, en las tiendas, en el campo… Gente que tuvo que luchar a su manera para sobrevivir… Gente que pasó miedo, por ellos y por su gente que había marchado a luchar… Gente que no entendía muy bien qué estaba pasando, ni porque se luchaba; pero que, día tras día, enterraban a sus muertos (cuando podían) y rezaban para que todo eso se terminara y pudieran volver a ver las sonrisas de la gente que amaban…
Tenía catorce años… Los mismos que mi abuela cuando comenzó la guerra. Y me dio el mejor regalo que me podía dar. Me dio sus recuerdos encerrados en esas cintas que aún escucho cuando la echo de menos.

lunes, 16 de marzo de 2015

olores que deseas olvidar...



Hay lugares que tienen un olor que se mete dentro, que se te clava en el alma para siempre. A veces son olores positivos. El olor a tierra mojada me recuerda siempre, sin poder evitarlo, a Baños de Molgas (el pueblo de mi madre); el olor de tu cuerpo que de repente me aborda cuando no estás a mi lado y me hace revivir todos los momentos juntos; el olor a fruta recién recogida que me traslada a debajo de una mangueira (el árbol que da mangos, que nunca he sabido como se dice en castellano :P )... Pero hay olores que hieren en el alma...

Cuando tenía 17 años fuí de intercambio a Polonia. A una ciudad preciosa, un rincón medieval, una ciudad de cuento de hadas que me conquistó desde el primer día. A 60 km de este maravilloso lugar se encuentra el recuerdo de uno de los puntos negros de la historia de esta vieja Europa, tan mía, tan nuestra... Un punto negro con olor a tristeza, a desesperación, a odio, a vergüenza... El aire de Auschwitz enfría la sangre y pone la piel de gallina. Se calcula, aunque nunca se sabrá con certeza que más de 1,3 millones de personas murieron entre esas verjas. No sólo murieron judíos (aunque es cierto que la mayoría sí lo eran), también fueron asesinados homosexuales, gitanos, presos de guerra, "elementos antisociales".

Recuerdo que íbamos en el autobús camino al primero de los campos de concentración que forman Auschwitz, hablando, riendo, comentando la jornada anterior... Y bajas del autobús y casi lo primero que ves es la puerta, sobre la cual los nazis pusieron una frase "Arbeit macht frei", el trabajo os hará libres. El trabajo os hará libres... Los presos salían cada mañana a trabajar (con música de marcha tocada por una orquesta, no haré comentarios), la mayoría de las veces ni les daban de comer, hacían sus necesidades en "baños públicos", sin paredes, sin higiene (cuyo propósito era de no sólo que cayeran enfermos sino de quitarles la poca dignidad que les quedaba) y luego volvían por la noche. Algunos, los afortunados, dormían en camas, apelotonados; los menos dormían en zulos enanos, de pie, sin poder sentarse ni mucho menos tumbarse. Como anécdota, decir que Witz (terminación de Auschwitz), en alemán, significa broma. Una horrible broma.

Es tremendo. La gente que llegaba a Auschwitz pensaban que les iban a dar tierras y casas... A la gente que llevaban a las cámaras de gas les decían que iban a la ducha y se pegaban por ponerse debajo de los agujeros por los que supuestamente iba a salir agua para poder limpiarse de toda la mugre que tenían en el cuerpo. Me recuerdo en esas cámaras de gas, con el corazón en un puño, con los ojos rojos de no poder llorar, sin poder evitar imaginarme el horror y el miedo y la desesperación que debía apoderarse de ellos al descubrir que no era agua lo que salía de esos agujeros... Luego había unos pocos "elegidos" que eran los encargados de trasladar los cuerpos de sus compañeros de la cámara de gas, al crematorio... Un doble castigo.

Supongo que para muchos sí les hacía libres... Porque con su muerte se liberaban de esas torturas, de ese dolor, de ese miedo y angustia... Porque al menos, para los muertos esa horrible pesadilla había terminado.

Álvaro Gil Robles, ex comisario europeo de Derechos Humanos, dijo, con un gran acierto, que la experiencia vivida en Auschwitz no sólo produjo en todos los que sobrevivieron una destrucción física, sino también moral.

Lo que es tremendo es que el pueblo judío (y lo siento por generalizar en este momento, pero podríamos incluso ampliarlo porque los que no estamos implicados directamente, lo estamos por consentirlo) acabe cometiendo la misma atrocidad. Como dijo Saramago, los judíos que murieron abrasados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían al ver como se están comportando sus descendientes. Quizás, como dijo, no hay cámara de gas pero aislar a las personas, no dejarles moverse, no permitir el acceso a los cascos azules (y que nosotros sigamos sentados en el sofá)... Es verdad, quizás estoy siendo demagoga, quizás me dejo llevar por la publicidad pro-palestina, pero es mejor que ser cómplice de ese crimen contra la humanidad. Otro más en la lista.

En el autobús, cuando íbamos no parábamos de hablar. A la vuelta, durante esos 60 km que nos separaban de Cracovia, nadie hablo. No tenías fuerzas para eso. Ni fuerzas ni sabíamos qué podíamos decir. El silencio hablaba por si solo.

soñar


Soñar, siempre soñar... Soñar con un cielo estrello, con un baile bajo la lluvia, con un desayuno en la cama, con una cena compartida... Soñar, siempre soñar... Soñar con una llamada de teléfono, con un "te echo de menos", con un secreto compartido.. Soñar, siempre soñar... Soñar con unos ojos que te miran detrás de una copa de vino, con unas confidencias y unas risas acompañadas de una cervezas... Soñar, siempre soñar... Soñar con un abrazo en la cama, con un beso a escondidas, con unas manos que te recorren, con una intimidad creciente... Soñar, siempre soñar.