Hoy, mientras estaba en la acupuntura, en la cabina de
al lado una mujer mayor hablaba con la fisio. Y hablaba de su infancia, de la
guerra, de las penurias que pasó y sintiéndose afortunada porque gracias a sus
padres habían sido menos que las que habían pasado otros niños.
Y he recordado a mi abuela. Mi abuela murió hace ya
cuatro años y medio, tras una larga enfermedad que la borró por completo, que
transformó a una mujer fuerte y con muchísimo caracter en "algo" que
no era ni una sombra de lo que un día fue.
Vivo muy cerca de la que un día fue su casa, donde
creció mi padre y donde yo misma tengo muy buenos recuerdos. Vivo tan cerca que
es imposible que la recuerde muy, muy, a menudo. Mi abuela y yo no nos
llevábamos todo lo bien que me hubiera gustado. Ella, como es lógico, era una
mujer muy tradicional y yo siempre fui más rebelde de lo que ella soportaba.
Pero sé que me quería con locura, como sólo se puede querer a un nieto. Y yo la
adoraba.
Y aunque se fue hace varios años tengo un pequeño
tesoro que cuido y que me acerca a ella. Cuando yo tenía 14 años, en el
instituto el profesor de Historia nos mandó un trabajo sobre nuestros abuelos
en la Guerra Civil. Yo tenía 14 años. Ella setenta y tres. Yo tenía
catorce años pero ya era una revolucionaria en potencia. Tenía catorce años
pero había vivido influenciada por un padre sindicalista y unos amigos con una
influencia muy parecida. Tenía catorce años y había leído mucho sobre la guerra
civil, miles de datos e historias de gente que no conocía pero nunca había
oído, de alguien que no sólo conocía sino también quería, como vivió esos años
de guerra…
Fui
a su casa con una grabadora, un bloc de notas, mi bolígrafo y la idea de que
conseguiría los datos que necesitaba para el trabajo en poco tiempo y ahí
acabaría todo. Un rato después di las gracias por haber traído más de una cinta
virgen para grabarla. No recuerdo cuantas horas estuvimos hablando y muchos de
los recuerdos que compartió conmigo tengo que volverlos a escuchar en algunas
de esas cintas para conseguir rememorarlos; pero lo que sí recuerdo es la
lección que me dio mi abuela aquel día…
Y es que no importaban las ideas, no
importaba quien tuviera razón y quien no… Quizás ella no supiera de política,
quizás ella sólo se había creído lo que su alrededor le contaba… Pero eso daba
igual. Porque detrás de la gente que mandaba, detrás de los que fueron a
luchar, ya fueran de un bando o de otro, ya fueran de izquierdas o de derechas,
ya fueran golpistas o republicanos, o anarquistas, o comunistas… Detrás de esa
gente había otra que se quedó en sus casas, que sustituyó a los hombres en las
fábricas, en las tiendas, en el campo… Gente que tuvo que luchar a su manera
para sobrevivir… Gente que pasó miedo, por ellos y por su gente que había
marchado a luchar… Gente que no entendía muy bien qué estaba pasando, ni porque
se luchaba; pero que, día tras día, enterraban a sus muertos (cuando podían) y
rezaban para que todo eso se terminara y pudieran volver a ver las sonrisas de
la gente que amaban…
Tenía catorce años… Los mismos que mi abuela cuando comenzó la guerra. Y me dio el mejor regalo que me podía dar. Me dio sus recuerdos encerrados en esas cintas que aún escucho cuando la echo de menos.
Ese patrimonio inmaterial que nos recuerda siempre quienes somos y de donde venimos. Imprescindible.
ResponderEliminarQue linda! Es cierto que siempre hay alguien que no tiene muy claro lo que esta pasando. Pasalas a CD es un recuerdo que es digno de conservar.
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