lunes, 23 de marzo de 2015

Lluvia

Me encanta despertarme y que el olor a lluvia se cuele por mi ventana. Que mis pulmones se llenen de esa fragancia y duche mi cuerpo con su perfume. Cuando esto ocurre estoy segura de que será un gran día. Y muchas veces lo es, porque no hay nada mejor para atraer la buena suerte que sonreir. Y yo hoy voy, como decía Mafalda, desentonando con el mundo porque no puedo dejar de sonreir mientras huelo la lluvia. La lluvia. Siempre me ha encantado. Quizás porque me recuerde a mi Galicia (Quizás no natal pero no por eso menos mía). Quizás porque forme parte de mi, como la Luna. Y como alguien me solía decir: Yo y la Luna, la inconstante Luna. Pero, señores, la Luna no es inconstante. Somos nosotros lo que la hacemos inconstante. Ella siempre está ahí, esperando a que la contemplemos pero nos ponemos en medio, anteponemos nuestras necesidades y dejamos de verla. Como las estrellas. Que nos cegamos por una estrella que pensamos enorme y no nos deja ver estrellas mucho más grandes y maravillosas.

Pero mejor dejarlo por hoy, que luego me acusan de ponerme filosófica.

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